Leyendo los clásicos podemos entender mejor el mundo que nos rodea

El filólogo y escritor Hugo Bauzá lo afirma con claridad: el abordaje de esas obras demuestra que el hombre de todos los tiempos es siempre el mismo. Su nueva libro plantea una nueva hipótesis respecto de por qué Virgilio quiso quemar su mayor poema, la "Eneida"."...una mujer, presa de una pasión enfermiza, asesinó a su hijito para vengarse de su marido; esa trágica historia parece calcada sobre la mítica Medea". Dibujo de Ricardo Heredia
Quien no haya escuchado hablar alguna vez de "Romeo y Julieta", del "Martín Fierro" o de "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" que levante la mano. Estas grandes obras de la literatura, que nos acompañan desde siempre, son una minúscula parte de ese gran universo conocido como "los clásicos". Pero... ¿qué hace que un libro perdure a lo largo de los siglos? ¿Qué tiene que ver, por ejemplo, la tragedia de Medea con nuestro tiempo?

Según el filólogo clásico y ensayista Hugo Bauzá, todo; porque en lo antiguo reside nuestra raíz. "El pasado, lejos de ser un tiempo pretérito sin más, debe ser entendido como una suerte de memoria de la humanidad donde se puede hallar respuestas a los grandes interrogantes", señala este doctor en Filosofía graduado en la Sorbona de París. Él acaba de lanzar una biografía de Virgilio, uno de los grandes poetas de la Antigüedad. El libro en cuestión, "Memorias del poeta. Una autobiografía espiritual" (Buenos Aires, Editorial Biblos), será presentado próximamente en Tucumán.

En diálogo con LA GACETA, Bauzá reivindicó la vigencia de lo clásico en nuestro tiempo e instó a adentrarnos en el fascinante mundo de lo antiguo.

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¿Estamos viviendo una suerte de renacimiento de la cultura clásica?

- No necesariamente un renacimiento, ya que entiendo que, en lo sustancial, nunca se cortó el hilo con la tradición. Basta ver cómo lo clásico ha sobrevivido -y sobrevive- en la literatura, en la plástica, en la música, en las artes visuales y hoy, muy especialmente, en el terreno de la cinematografía. Además, en las últimas décadas, en particular después de la II Guerra Mundial, diversos cultores de las artes recurrieron enfáticamente a las obras clásicas, ya que en ellas residen nuestras raíces. Debemos pensar que en la centuria anterior importantes creadores se apoyaron en el clasicismo grecolatino y en los mitos en busca de soluciones. Pienso en los casos de Rainer Maria Rilke, que en dos poemarios capitales recurre al orfismo; el de Cesare Pavese que se inclina también por la tradición clásica como se ve en sus famosos "Diálogos con Leuco", o en James Joyce, cuyo "Ulises" es un ejemplo más que evidente. Volver a los clásicos no significa acercarse a ellos para seguir su ejemplo a rajatabla; eso sería una insensatez, ya que no somos los griegos de la época clásica. Importa volver a ellos para estudiar la manera en que se enfrentaron al mundo y a los grandes problemas y qué solución les dieron. Ver, pues, cómo interpelaron críticamente la realidad. Thomas S. Eliot, en una conferencia que alcanzó notoria celebridad ("What is a classic"), dijo que el clásico por antonomasia no es Homero, como se cree comúnmente, sino Virgilio, ya que fue valorado en todos los tiempos. No sucedió lo mismo con el autor de la "Ilíada" pues durante la Edad Media se abandonó la lectura del griego clásico y, por tanto, no hubo un conocimiento directo de su obra. El mensaje de Virgilio alcanzó nombradía urbi et orbi y, lejos de declinar, vivifica aún en nuestros días. Un ejemplo al pasar: George Simon, premio Nobel de literatura, tituló una de sus novelas "Les Géorgiques" donde, pautando su relato al ritmo de las composiciones homónimas del poeta de Mantua, describe una historia de nuestros días.

- ¿Qué es un clásico?- Entiendo por clásico aquella obra que, pese al tiempo transcurrido, sigue teniendo vigencia en tanto interpela la actualidad. Un ejemplo de nuestros días: una mujer, presa de una pasión enfermiza, asesinó a su hijito para vengarse de su marido; esa trágica historia parece calcada sobre la mítica "Medea". La recreación de esta leyenda por parte de Eurípides, al margen de los valores poéticos de la pieza, constituye una honda reflexión sobre el filicidio que vale para todos los tiempos y culturas. Clásica es la obra que por su permanente vigencia ha logrado vencer el tiempo y, por tanto, adquirido una perennidad sin ocaso y su inveterada vigencia termina imponiéndola como modelo. ¿Cómo los hispanohablantes, por ejemplo, podemos prescindir de Cervantes? Lo hayamos leído o no, sus creaciones modelan la base de nuestra lengua, a la vez que delinean una cuenca semántica de la que emerge y en la que se zambulle nuestro pensamiento. Además, aunque parezca paradójico lo que diré, repito la sentencia unamuniana: "Para novedades, los clásicos". Sí, porque en ellos día a día descubrimos cosas que, ciertamente, antes no habíamos visto. Ese es el placer que brinda releer antiguos textos y el sentido de su vigencia.

- ¿Qué nos enseña Virgilio?- Virgilio ha meditado sobre los grandes problemas que aquejan al hombre: el amor, la creación, la muerte, la poesía… Si queremos tener alguna referencia sobre esas cuestiones capitales, su obra puede ayudarnos a iluminar nuestro espíritu. Y eso se debe a que Virgilio fue un hombre de aguda sensibilidad y dueño de un arte poético incomparable. Por lo demás, en tiempos profanos nos abre la puerta de la sacralidad al proponernos la visión de un mundo que trasciende lo humano.

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¿Qué obra de Virgilio influyó más en nuestra cultura occidental?

- Me atrevo a decir que la "Eneida", ya que ha servido de modelo a numerosos autores de Occidente como es el caso de Racine. Por lo demás, la epopeya virgiliana fue leída siempre y, en otro tiempo, se memorizaban sus hexámetros. Aún hoy es posible encontrar a algunas personas que de sus años juveniles recuerdan, en lengua latina, algunos pasajes famosos del patético canto de Dido o del famoso canto VI, el de la katábasis o descenso al mundo infernal. Sobre esa cuestión deseo referir dos anécdotas: en una ocasión visité a Manuel Mujica Láinez en su quinta cordobesa de "El Paraíso", hoy museo. Al saber "Manucho" que yo enseñaba literatura latina comenzó a declamarme par coeur el conocido pasaje del canto VI donde Dante guiado por Virgilio emprende la ruta infernal, y comenzó su recitado con aquel verso harto famoso: ibant obscuri sola sub nocte per umbram. (v.268). Un par de años más tarde Borges dictó una serie de nueve conferencias sobre Dante en el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires y, para mi sorpresa, Borges, con esa voz tan singular que lo caracterizaba, recitó exactamente ese mismo pasaje. El autor de "El Aleph" había hecho el secundario en Ginebra, en el liceo Jean Calvin; "Manucho", en Francia, en uno de los liceos parisinos. Se advierte identidad de formación humanista y una marcada inclinación por el poeta de Mantua, cuyos versos ambos guardaron en una suerte de memoria, más que intelectual, afectiva.

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El que quiera descubrir los prodigios de la cultura clásica, ¿por dónde debe comenzar?

- Ciertamente, por el estudio de las lenguas clásicas. Sé que es una tarea ardua y que exige tiempo, pero sin el conocimiento de esas lenguas no puede valorarse ni gustar adecuadamente a esos autores que llamamos "los clásicos".

- ¿Qué mensaje nos dejan los antiguos?- Que el hombre de todos los tiempos es siempre el mismo. Un ser que está a merced de grandes interrogantes sin respuesta: ¿qué es la muerte? ¿Acaso tras ella hay sobrevida? ¿Qué es la creación? Nos enseñan también que si bien el hombre, mediante el libre ejercicio de la razón, conquista el espíritu por el camino del espíritu, no desdeña por ello la noción de mystérion ni olvida tampoco que es un ser ambivalente -anfibion en la terminología de Lévi-Strauss- ya que cohabita a un mismo tiempo el mundo de lo racional y el de lo pasional y esa circunstancia es algo que los clásicos nunca perdieron de vista. Nos dejan como mensaje que en el hombre alternan luces y sombras y que, mediante el ejercicio de la razón, pero sin por ello descuidar los sentimientos, puede el hombre evitar verse opacado por la noche.

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Por último, ¿qué pretende en su novela sobre Virgilio?

- Se sabe que Virgilio tuvo la intención de emprender un viaje por Oriente donde tiene origen el drama de su Eneida y que, estando en camino, en Atenas, halló a Augusto, quien lo invitó a sumarse a la galera imperial y regresar a Roma. Previamente el poeta quiso visitar la ciudad de Megara donde, dicen los biógrafos, al insolarse cayó enfermo. Se embarcó para el puerto de Brindisi en el que, tres días después, ocurrió su muerte. Previo a ella pidió a sus amigos Tucca y Vario, poetas como él, que en caso de morir quemasen los volumina papiraceos que contenían la "Eneida" ya que -sostienen los biógrafos- le faltaba el pulimento final (el labor limae). Estos, contrariamente al pedido, por orden de Augusto debieron dar a conocer el poema tal como Virgilio lo había dejado, con una veintena de versos presuntamente incompletos. La excusa parece baladí. ¿Cómo alguien que durante 10 años trabajó afanosamente en esa composición quisiera destruirla porque carecía del pulimento final? ¿Qué rapto de locura podría llevarlo a destruir el poema? Hermann Broch, en una obra notable (La muerte de Virgilio) sostiene que cuando el poeta entrevió el Lógos y se percató de que era inefable, entendió que todo lo que había escrito carecía de sentido y por eso veía natural hacerlo pasto de las llamas. Frente a su pregunta, mi novela pretende bucear en la poesía de Virgilio para esclarecer la extraña relación del poeta con Augusto, lo que pone en evidencia la dificultad de vincular la poesía con el poder, y cómo, en definitiva, aquélla se impone sobre este. De ese modo propongo una hipótesis diferente acerca de por qué habría querido quemar la epopeya.

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